¡Animense los unos a los otros!

El anhelo de todo cristiano es tener la experiencia de una vida espiritual que le ayude a conseguir la felicidad plena en Cristo; y justamente a eso vino el Señor: para que tuviéramos vida, y la tuviéramos en abundancia (Jn 10,10).
El cristiano es una persona que vive en la esperanza tener una vida en Cristo, que le conduzca a tener de constante un estado de paz, esperanza y alegría.

Y esto es lo que Pablo nos enseña.
El cristianismo está caracterizado por la alegría cuya fuente es la gracia. Descubrimos entonces que una característica de la Carta a los Filipenses es la alegría: ¡Alégrense en el Señor! (Flp 3,1), la fuente de ésta alegría es Jesús, por eso la carta insiste diciendo: ¡Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca! (Flp 4,4-5).

La razón de esta alegría es la presencia de Jesús entre nosotros, así se puede sostener la lucha cotidiana contra la adversidad exterior y las inquietudes interiores, porque ¡el Señor está cerca!.

Pablo nos enseña a aceptar las dificultades de la vida como una realidad que contribuye al progreso espiritual del cristiano. Aunque prisionero, cuando escribe la Carta a los Filipenses y con todo lo que le ha sucedido, Pablo puede todavía alegrarse en el Señor. Llegando al final de la carta nos dice: ¡Mientras tanto, hermanos míos, alégrense en el Señor! (Flp 3,1).

Sin embargo, sabemos que en muchas ocasiones mantenerse fiemes en la fe es difícil, sobre todo cuando sentimos que en medio de las dificultades nos encontramos solos.
El problema muchas veces no es la gente que no sabe no esta sola, sino todos aquellos que no sabemos como comunicarles a Cristo a quienes más lo necesitan para que no sientan mas esa soledad y tristeza. Debemos de entender pues, que se trata de una “necesidad espiritual”; esta ayuda o apoyo que se presta son motivo de edificación para los hermanos, como nos dice San Pablo: “Por eso anímense y edifíquense unos a los otros tal y como ya lo hacen” (1 Tes 5,11).

Existe pues en nuestra Iglesia una enorme necesidad de hermanos que estén dispuestos a dedicar su tiempo, esfuerzo y carismas a “exhortar” a otros a la alegría, a “ANIMARLOS”.

Pablo es quien mas profusamente nos habla de la acción de animarnos unos a los otros:
“Por que deseo verlos y prestarles alguna ayuda espiritual , para que estén mas firmes, es decir, para que nos animemos unos a otros con esta fe que ustedes y yo tenemos” (Rom 1, 11-12).

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